Puedo haber tantas respuestas como personas se hagan esta pregunta. Si bien existen incontables estudios, artículos, estadísticas y tendencias que intentar uniformizar la variada exposición de motivos, basándose en los efectos que viajar nos origina.
Muchos de ellos ya nos indican que incluso valoramos más, y nos hace ser más felices, la experiencia de viajar que el hecho de poseer y acumular más bienes materiales. Apuntan los psicólogos que ellos es debido a una simple ponderación de plazos, mientras los recuerdos de nuestros viajes actúan a largo plazo, la satisfacción al comprar cosas, actúa sólo en el corto plazo.
Otros estudios nos hablan de los beneficios que a nuestro cuerpo y mente provoca el hecho de viajar.
Es evidente que viajar supone romper con la velocidad y la monotonía de la vida cotidiana. Ya sea haciendo un paréntesis en el ajetreo, y bajando con ello el nivel de tensión y estrés, o ya sea, estimulando al cerebro para que amplíe su horizonte sensitivo, mediante la activación de tres pilares, como son la novedad, la variedad y el desafío.
En mi opinión, y con la visión que me dan los años vividos, tengo claro que nuestra misión en esta vida es aprender, continuamente. Viajar es una autopista directa al conocimiento, y no me refiero sólo a una mera acumulación de datos e imágenes...no... el mejor y más profundo aprendizaje es el que hacemos de nosotros mismos. Y aprendiendo, crecemos, creamos, comprendemos, modificamos nuestro mundo interior, y tras él y con él, el mundo que nos rodea.
No veo aprendizaje en las posesiones materiales, que se reducen a adornar la imagen con la que creemos identificarnos, tanto acabamos creyendo que somos lo que tenemos. Sin embargo ampliando la visión, la ventana desde la que mirarnos y desde la que mirar fuera, nuestro espectro crece exponencialmente. Todos los beneficios son consecuencia de ello, a nivel físico y psicológico.
Citando a un clásico del siglo XIX, Gustave Flaubert: "viajar te hace modesto, porque te hace ver el pequeño lugar que ocupas en el mundo", y en consecuencia nos ayuda a relativizar nuestras preocupaciones y problemas, y a tomar conciencia de que somos una parte infinitesimal en un universo infinito.
Enfrentarnos a situaciones nuevas, adaptarnos a lugares desconocidos, más aún cuando viajamos solos, supone un estímulo enorme para nuestro cerebro, que nos llevará a ganar confianza y autoestima.
Pero es viajando como vamos caminando por ese mapa que nos dirijo a los rincones de nuestra alma, donde radica nuestra verdadera identidad.
Así pues, comencemos nuestro viaje.